viernes, 9 de julio de 2010

¡HEMOS VUELTO!

Después de un periodo largo de silencio volvemos a escena...y además con mudanza: http://lebonneloup.wordpress.com/

Espero que os guste y sigamos ya sin contratiempos. Venga, que ya hay una peli nueva.

viernes, 27 de marzo de 2009

EL HUNDIMIENTO

Título original: Der untergang
Director: Oliver Hirschbiegel
Año: 2004
País: Alemania (en coproducción con Austria e Italia)
Duración: 155'
Guión: Bernd Eichinger (sobre novela de Joaquim Fest)
Música: Stefan Zacharias
Fotografía: Rainer Klausmann
Montaje: Hans Funck
Vestuario: Claudia Bobsin
Productora: Constantin Films
Intérpretes: Bruno Ganz (Adolf Hitler), Alexandra Maria Lara (Traudl Junge), Julianne Köhler (Eva Braun), Corinna Harfouch (Magda Goebbels), Ulrich Matthes (Joseph Goebbels), Heino Ferch (Albert Speer), Christian Berkel (Ernst Günter-Schenk), Matthias Habich (Werner Haase), Thomas Kertschmann (Herman Feegelein), André Hennicke (Wilhem Mohnke), Ulrich Noethen (Heinrich Himmler).
Premios: Nominada al Oscar Mejor Película Extranjera (2005). Ganadora de 13 premios menores (lista de premios y nominaciones en http://alpacine.com/pelicula/59/premios/ )

Ultimamente es frecuente oir del cine alemán que se ha decidido al fin a mirar a su historia reciente de frente y a la cara. Los éxitos de películas como El Hundimiento, La Vida de los Otros, y el reciente estreno de R.A.F. parecen confirmarlo, aunque suelen olvidarse ejercicios coetáneos como Sophie Scholl (Los últimos Días), otros más lejanos como la Europa, Europa de Agnieszka Holland, Stalingrado o, ya perdidos en el tiempo (parece mentira, son los años setenta y primeros ochenta) los trabajos de Volker Schlondorf, Fassbinder, Herzog o el famoso Das Boot de Wofgang Petersen, sin olvidarnos de la coral Deutchsland im Herbst. Incluso Bergman rebuscó en Alemania sobre la memoria alemana en El Huevo de la Serpiente.

En cualquier caso la especialidad de El Hundimiento reside en que por primera vez alguien en el cine alemán interpretaba al monstruo, a Adolf Hitler, y se trataba sobre su persona desde Der Letzte Akt (1965). Y qué interpretación. Lo del suizo Bruno Ganz es para enmarcar.

El film muestra a lo largo de más de dos horas los últimos días del Reich alemán desde el interior del famoso búnker de la Cancillería en el que se refugiaron Hitler y sus más afectos. Con las tropas soviéticas pisando suelo berlinés, se nos muestran los desesperados intentos del Führer por montar la resistencia al ataque y la desesperación de sus generales por hacerle ver lo imposible de la tarea. El fanatismo de Hitler sale a pasear entre deserciones de afectos, el sufrimiento de la población civil y la permanencia hasta el final de unos pocos quijotes, los más afectos, que se hunden con el barco con tal de no capitular.

La película tiene una ambientación escrupulosa y el rigor histórico no tiene fracturas. El principal punto de vista proviene del personaje de una de las secretarias personales del Fürher (Traudl Junge), con la cual se contó para el rodaje y que prologa la proyección, pero además hay detalles que muestran el cuidado que se tuvo. Por ejemplo la secuencia en la que Hitler, a las puertas del bunker, entre escombros, condecora a niños-soldado movilizados como última defensa de Berlín. Esa escena es real, recuerdo a bote pronto un documental francés (De Nuremberg a Nuremberg) de finales de los 80, principios de los 90, en que aparece ese momento. Pues bien, en la película aparece un cámara rodando en el sitio exacto en el que debía estar para rodar la escena real.




Pero el principal problema con que se encontró el film fue la supuesta acusación de tratar de humanizar al monstruo, lo cual me parece un craso error. Nunca he entendido la propensión humana a deificar por completo al admirado (aunque se le admire por cosas particulares como ser un gran futbolista, músico o escritor) como de demonizar en absoluto al odiado. No me cabe la menor duda de que Pinochet o Franco eran unos abuelitos tiernos, y en el caso de Hitler está sobradamente documentado que, al margen de sus ideas criminales y sus accesos de ira incontrolable, era una persona exquisita en el trato, especialmente con las mujeres (con ciertas salvedades: ver el telefilme Hitler, Christian Duguay, 2003 con Robert Carlyle en el papel y la polémica en torno al suicidio de su sobrina), y que su monstruosidad político-social no impedía que aflorasen otras virtudes sociales. Es precisamente eso, la dualidad de una persona aborrecible lo que resulta interesante, porque en el fondo, está en todos nosotros, la capacidad para odiar y amar a la vez. En cualquier caso no debería ser un delito mostrar al mostruo como es, con virtudes y defectos, y no centrarse sólo en una cosa. En cualquier caso, lo de la humanización de Hitler en la película queda muy en entredicho. Quien esto afirma parece que sólo hubiese visto la primera escena en que aparece tratando con exquisita pulcritud a las candidatas a secretaria y se hubiese perdido el resto del metraje en el que el fanatismo y la irracionalidad emergen, y por su boca salen vanaglorias a la exterminación de los judíos, soflamas sobre la perdición de los débiles y el abandono sin piedad de la propia población civil alemana que arriba, fuera del búnker, sufren el ataque soviético y las purgas del propio ejército alemán (sí, aún en esos momentos dedicaban esfuerzos a la persecución interna) ejecutando ancianos que no querían tomar un fusil para defender una barricada ante un tanque soviético, enviando niños a la muerte y abandonando enfermos en los hospitales.
El Hundimiento es, en su faceta de reconstrucción histórica, una gran película sobre el final del nazismo y sobre Hitler, pero además una película bélica con mayúsculas.



martes, 10 de marzo de 2009

HAMBRE

Título original: Hunger
Director: Steve McQueen
Año: 2008
Duración: 96'
País: Gran Bretaña/Irlanda
Guión: Enda Walsh y Steve McQueen
Fotografía: Sean Bobbitt
Montaje: Joe Walker
Productora: Icon Entertainment
Intérpretes: Michael Fassbender, Liam Cunningham, Liam McMahon, Stuart Graham y Brian Milligan
Premios: Premio de la Juventud en el Festival de San Sebastián'08, Premio del Cine Europeo a la Revelaci´ñon del Año (Steve McQueen), Cámara de Oro en Cannes'08, Premio a la Nuvea Generación de la Asociación de Críticos de Cine de Los ángeles'08 y Premio Carl Foreman de los BAFTA'09 a la mejor promesa debutante (Steve McQueen) hasta un total de 22 premios. (Consultar lista completa en http://www.imdb.com/title/tt0986233/awards )

Bobby Sands es un héroe para el republicanismo norirlandés. Fue arrestado en 1977 por tenencia de armas de fuego y sentenciado a 14 años de cárcel. Recluído en la cárcel de máxima seguridad de Maze, en Belfast, puso en práctica la lucha desde el interior de las cárceles, abriendo un nuevo frente contra los británicos. La rebelión carcelaria incluía demandas como el derecho a usar sus propias ropas, recibir una visita y carta por semana y otras orientadas al no acatamiento de las normas comunes de presidio que tenían como objetivo final la consecución del estatus de presos políticos para los encarcelados del IRA. Su materialización tomó cuerpo en la llamada "protesta sucia" o de la "manta", ya que la rebelión iba acompañada de una negativa al aseo personal y a no usar ninguna ropa carcelaria salvo la manta.

Margaret Thatcher, decidida a no ceder un ápice a las demandas de los presos, fue fiel en un principio a su política de negociación cero con los terroristas. Sentadas las bases de ambas partes se allanaba el camino para que aquellos días de principios de los años ochenta fueran un infierno en Maze. Las condiciones infrahumanas, voluntariamente adoptadas por los presos (decoraban las paredes de las celdas con sus propios excrementos), se vieron multiplicadas por el papel de los funcionarios de la prisión, obligados a asear por la fuerza a los presos mientras afuera, en la calle, casi dos docenas de ellos morían en atentados.
Este clima abrasador, de extrema violencia, aparece reflejado en la película de un modo extraordinario. McQueen, exitoso como videocreador, hace su primera incursión en el cine con un relato crudo, para estómagos fuertes, en un ambiente oscuro, introspectivo, que incluso recuerda en diversas fases la frialdad narrativa de la escuela dogma, pero con una solidez a prueba de bombas, original y sin artificios, con una amplia ausencia de diálogo y palabra sustituida con maestría por la potencia de la imagen. Terry George ya se acercó, algo más de una década atrás, a este episodio en Some mother's son (En el nombre del hijo), pero desde un enfoque exterior a la cárcel, centrado en el papel de las madres (maravillosa Helen Mirren) de los presos. McQueen prefiere quedarse muy dentro de la cárcel, con el único eco exterior de la voz en off de Margaret Thatcher en momentos clave.

En Hunger no hay una línea usual de narración, ni tan siquiera de protagonismo. La película arranca con una magistral escena que reconocemos como cotidiana en el día a día del personaje: el funcionario de prisiones que afronta un nuevo día comprobando que no hay bombas bajo su coche mientras el rostro de su esposa permanece clavado a la ventana con expectación aterrorizada. Por lo que nos tiene acostumbrados el cine éste parecería ser el protagonista principal, pero no lo es. A continuación pasaremos unos minutos con un nuevo recluso en Maze, para vivir con él la llegada y situarnos en la actitud que encuentra entre sus correligionarios. Ahí descubrimos el lodazal de Maze. Pero éste tampoco es el protagonista. Mediada la proyección asistimos a la concentración en plano fijo de casi todo el diálogo del film: Bobby Sands comunica a un párroco afín al movimiento republicano su decisión de iniciar una huelga de hambre. Aquí encontraremos la contraposición de dos formas de observar un mismo problema: la lucha por la causa sea cual sea el precio y la postura del diálogo frente al crimen o, como es el caso, el suicidio. Desde aquí el resto de la película es un canto a la degeneración voluntaria. Asisitiremos a la conversión de Sands en un deshecho hasta su muerte por inanición voluntaria.

9 presos fallecieron en esta huelga, y más de 15 funcionarios de prisiones fueron asesinados en represalia durante este tiempo. Bobby Sands fue mientras tanto elegido diputado. En 1981 concluyó la protesta cuando Thatcher decidió acceder a todas las demandas menos a una: la concesión del estatus de preso político. Y ahí es donde reside el mensaje que lanza (que yo he recibido, McQueen sabrá si es así) la película. La reflexión en torno a un concepto sobre el que nunca habrá un acuerdo claro, puesto que, ya no sólo en el Ulster, cuando dos enemigos no se reconocen mutuamente en las mismas condiciones no puede haber un trato equiparable. Si un bando cree sufrir una agresión terrorista tratará como criminales a quienes creen estar en una guerra y exigen para sus presos un trato acorde a esta condición. Y por encima de todo, sobrevolando esta disyuntiva, la capacidad del ser humano para morir, matar y degenerarse hasta límites infrahumanos por la defensa de una causa vista como justa, irrenunciable e innegociable.

Aún no hay fecha para su estreno en España, de no hacerse estaríamos ante una barbarie cultural incomprensible, pues Hunger es una película de la mejor clase de cine que se ha visto ultimamente, eso sí, no apta para estómagos sensibles.
Imagen real del funeral de Sands en 1981.

domingo, 1 de marzo de 2009

EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD

Título original: Triumph des Willens
País:
Alemania
Año: 1935

Duración: 114'
Dirección: Leni Riefenstahl
Guión: Leni Riefenstahl y Walter Ruttman
Música: Herbert Windt
Fotograf
ía: Sepp Allgeier, Karl Attenberger y Werner Bohne
Premios: Premio Nacional de Cine Alemán (1935), Medalla de Oro y León de Oro en el Festival de Venecia (1935), Gran Premio de las Artes y las Técnicas en
la Exposición Universal de París (1937)

Septiembre de 1934, el Partido Nacionalsocialista alemán celebra su, si no me falla la memoria, primer congreso después de alzarse con el poder en 1933. Adolf Hitler, obsesionado con el cine, y sabedor, como su ministro de propaganda, Joseph Goebbles, del poder mediático de este medio de comunicación de masas, encarga a la veinteañera Leni Riefenstahl la realización de un documental que expanda la palabra nazi a todos aquellos que aún no habían sido absorbidos por su imán doctrinal.

Y así nació el que para muchos es el mejor documental de propaganda política jamás filmado, algo que, dado que ejecuta una total exaltación del emergente y triunfante nazismo, posterior máquina de destrucción y muerte, no deja de provocar inquietudes morales por doquier. Pero al César lo que es del César, porque estamos ante una película que no tiene desperdicio en muchos sentidos.

En primer lugar es un documento único del programa, la retórica, el espíritu y la capacidad de movilización del NSDAP por aquella época. El filme muestra los discursos de Adolf Hitler y de otros dirigentes, así como los rituales y arengas de las Juventudes del partido y otros cuerpos asociados. La política por encima de la camaradería, la disciplina, el deporte y la vida proto-cuartelera de una generación convencida de ser parte del renacer de una nación a la que no se ponían límites.

Por otro lado es un ejercicio bestial de propaganda, es un esfuerzo crucial por propagar la "palabra" a dónde esta aún no hubiese llegado. A lo largo de su proyección todo parece calculado para estimular a quien mira y atraerlo como una presa fácil; los discursos, las formaciones, los encuadres, los apabullantes decorados de Albert Speer, el bullir de la ciudad de Nüremberg en torno al evento, las banderas, los uniformes, los desfiles de antorchas en la noche y, por supuesto, el magistral arranque de la película con tomas desde el aire, desde el avión en que viaja el propio Hitler, metaforizando a Nüremberg con la Alemania que ansía la llegada del mesías salvador que emerge de entre las nubes. Uno recuerda haber oído muchas veces a personas corrientes de aquella Alemania citar el poder embriagador de la parafernalia nazi y su irresistible atracción. Viendo este documental se puede, quizá remotamente, experimentar una sensación parecida, porque en un determinado momento quien mira siente correr por la sangre esa extraña atracción, lo cual incita en primer lugar a buscar el número del psicólogo, pero que en realidad confirma que el objetivo de la Riefenstahl y del propio Hitler con este rodaje se cumplió con creces. La película se convirtió en la Alemania de 1935 en un fenónemo de masas.

Y por último supone, artísticamente, un hito en este tipo de cine. Todo lo anteriormente descrito está, en opinión de los expertos, rozando la perfección en todas sus tomas, siendo además punto de partida de nuevos recursos técnicos fílmicos. Los premios que recibió fuera de Alemania en su día lo atestiguan. Si el nazismo pudo parir algún tipo de obra de arte, esta es sin duda su máxima expresión, por mucho que repugne lo que muestra, a quienes muestra y lo que aconteció después.

Leni Riefenstahl marcó otro hito un año después con Olympia, el documento sobre las Olimpiadas de Berlín'36, con el mismo tono de exaltación, en este caso de lo ario, pero cayó en desgracia por motivos obvios tras 1945. Viajó por Africa rodando tribus autóctonas y murió no hace demasiados años. Hoy día, pese a que la exhibición pública de El Triunfo de la Voluntad permanece prohibida en Alemania (o al menos lo estaba hasta hace poco), la maestría cinematográfica de esta mujer es indiscutible, y si pensamos en nombres ilustres asociados al nazismo que el paso del tiempo no haya condenado al vilipendio y la denostación total, el de Leni Riefenstahl aparece junto al de Erwin Rommel, por motivos obviamente diferentes, como figuras merecedoras de un cierto respeto. Sólo falta que se le sume Wilhem Canaris y los grupos de conspiradores que buscaron acabar con Hitler...aunque de eso parece que ha empezado a encargarse Tom Cruise...habrá que ver Walkiria.

domingo, 15 de febrero de 2009

LA VERDAD SOBRE EL CASO SAVOLTA



Título original: La verdad sobre el caso Savolta
Director: Antonio Drove
Año: 1979
País: España (en coproducción con Italia y Francia)
Duración: 130'
Guión: Antonio Drove y Antonio Larreta (sobre novela homónima de Eduardo Mendoza)
Música: Egisto Macchi
Fotográfía: Gilberto Azevedo
Productora: Filmalppha / Net Diffusion
Intérpretes: José Luis López Vázquez (Pajarito), Ovidi Montllor (Miranda), Omero Antonutti (Savolta), Charles Denner (Lepprince), Stefania Sandrelli (Teresa)



Basada en la célebre novela de Mendoza, esta película nos sitúa en la Barcelona de 1917 (con la Revolución Rusa en el fondo), en los años en los que el turnismo político del sistema canovista entraban en su recta final y el obrerismo, especialmente desde la facción anarquista, experimentaba momentos de agitación. Eran los años de la industrialización catalana en su fase fuerte, recuperándose de la depresión del 98, pero también los años en los que los atentados anarquistas empezaban a resurgir después del parón del cambio de siglo. Estamos en las previas a la célebre Semana Trágica y a la llegada de Martínez Anido como feroz Gobernador.

En este contexto la película dibuja una trama policíaca en la que un periodista (Pajarito), abanderado de las reivindicaciones obreras, intenta chantajear a un importante industrial (Savolta) para mejorar las condiciones de los obreros. De no hacerlo sacará a la luz las maniobras de contrabando ilegal que su fábrica de armas tiene con los imperios centrales inmersos en la I Guerra Mundial, lo cual choca con Francia, su cliente "oficial". Pero Savolta no controla esa fuga dentro de su empresa, Lepprince, su futuro yerno, es la mano oculta que mueve los hilos. En este marco se desarrolla la historia, con engaños y medias verdades a dos bandas y con el conflicto obrero de fondo.

La polémica viene porque la película tiene un claro sesgo obrerista. Aparecen los somatenes y los grupos de matones de autodefensa que organizaron las elites empresariales, aparece la represión, las palizas y los asesinatos, e incluso se vislumbra la connivencia policial que aún estaría por acentuarse (Martínez Anido pondría en práctica la "ley de fugas" con demasiada cotidianeidad y convertiría el Castillo de Montjuic en centro de torturas y detenciones masivas). Sin embargo hay muy poco rastro de la violencia obrera, especialmente de los atentados anarquistas, que empujaron a la patronal a formar sus propios grupos de mamporreros. Y es un problema, porque puestos a dibujar hagamos el cuadro entero. Está muy bien denunciar la opresión patronal, que fue, y sus prácticas mafiosas, que también, pero no se puede olvidar la contraparte de un conflicto que hizo correr la sangre por Barcelona en aquellos años. No vamos a entrar en la polémica de quién golpeó más y más fuerte. Como muestra un botón: en Violencia Política en la España del siglo XX. Santos Juliá (dir.), Taurus, 2000, encontramos capítulos que chocan en su valoración sobre este punto.

A mi parecer, además de la representación final de Lepprince como un visionario pre-fascista, lo más destacable de la película es su espléndida ambientación, tanto del mundo obrero: sus casas, su vestimenta, sus lugares clandestinos, como del patronal: las casas y la sede de la gran empresa muestran una decoración típica de la época, con mucho art-decó y otras cosas que no me atrevo a mencionar por si meto la pata y alguien avezado en arte me saca los colores.

Una curiosidad: la película acaba con una voz en off que narra los sucesos que vendrán después (Anido, Semana Trágica, etc), recalcando que la gran mayoría de los tumultos con el conflicto anarcosindicalista vs. patronal tuvieron lugar en Cataluña frente a la connivencia de la autoridad "centralista". La película se estrenó el 1 de enero de 1980 y un año antes se proclamó el primer Estatuto de Autonomía catalán después de la dictadura franquista. ¿Estamos ante un film parido a la luz de la reivindicación catalanista?.

jueves, 5 de febrero de 2009

ESTADO DE SITIO

Título original: The Siege
Director: Edward Zwick
Año: 1998
País: Estados Unidos
Duración: 116'
Guión: Lawrence Wright, Menno Meyjes y Edward Zwick
Fotografía: Roger Deakins
Montaje: Steven Rosenblum
Música: Graeme Revell
Productora: 20th Century Fox
Intérpretes: Denzel Washington (teniente Hubbard), Annette Bening (Elise Kraft/Sharon Bridger), Bruce Willis (general Deveraux), Tony Shalhoub (Frank Haddad), Sami Bouajila (Samir Nazhde).



El caso de esta película llama poderosamente la atención, puesto que el paso del tiempo la ha hecho pasar de producto comercial típico del Hollywood de catástrofes, terroristas malísimos y caos en suelo patrio a una película en ciertos aspectos premonitoria y bien documentada en el trato de ciertas cosas que, en aquel entonces, eran desconocidas para el gran público.

Dejando aparte sus mayores o menores virtudes cinematográficas (artísticamente hablando), Estado de Sitio plantea una situación en la que una oleada de atentados islamistas sacuden Nueva York. La cuestión de fondo reside en el secuestro bajo cuerda de un jeque por parte del servicio secreto de las fuerzas armadas. Mientras tanto el teniente Hubbard del FBI (Denzel Washington) se encarga de la investigación poniendo en marcha las técnicas de negociación típicas de un secuestro típico (así comienza la película), hasta que la sucesión de atentados dejan patente que no se trata de un caso normal para el que sirvan los protocolos habituales. Es entonces cuando irrumpe en escena el personaje de Annete Bening, agente de la CIA especialista en Oriente Medio que, entre medias verdades va situando a Hubbard en la realidad de la nueva amenaza que se le viene encima. Cuando la situación se complica debido a que los atentados continuan y los avences policiales son escasos, el general Deveraux presiona lo suficiente para conseguir del Presidente la declaración del Estado de Sitio y la aplicación de medidas excepcionales para convertir la ciudad en una zona de guerra en la que los militares anulan las libertades individuales y ejecutan detenciones en masa, habilitan guetos y centros de detención y la tortura es aplicada en pos de la Seguridad Nacional.















Todo esto, en el año 98, planteaba una situación límite, trasladaba a suelo norteamericano situaciones vistas por televisión en otros confines del mundo, buscando en el espectador la incertidumbre de poner en cuestión la por entonces inimaginable vulnerabilidad del terreno patrio. Contaban como antecedente el atentado del World Trade Center de 1993, pero poco más. Fue en aquel año de 1998 cuando sucedieron los atentados a las embajadas de Kenia y Tanzania y otros sucesos como la voladura del USS Cole en Yemen o el propio 11-S aún estaban por venir. Más bien me atrevería a contextualizar la idea original del film en la era post-Guerra Fría, en la que este tipo de cine buscaba nuevos enemigos. Durante aquellos años fueron numerosas las películas que buscaron nuevos malos entre la mafia sudamericana o terroristas emergidos de la desmembración de la Unión Soviética, así como casos puntuales de mercenarios a sueldo de oscuros y poderosos reyes neofascistas o mafiosos rusos e incluso venganzas personales entresacadas de conflictos externos en los que los guionistas se las apañaron para trasladarlos a EEUU (todas las aventuras del Jack Ryan encarnado por Harrison Ford son ejemplo de ello, o el remake-adaptación del Chacal encarnado por Bruce Willis. La sombra del diablo y Volar por los aires son dos ejemplos del IRA actuando en Estados Unidos).
















Y en esa búsqueda de nuevos malos Estado de Sitio encuentra al terrorismo islamista como la gran amenaza. Los puntos fuertes del film residen en su acierto al mostrar la confusión del FBI para enfrentarse a un terrorismo novedoso, en dejar entrever las oscuras relaciones de la CIA cuando en el pasado los islamistas constituían una fuerza a la que apoyar en el juego estratégico de Oriente Medio, pero también demuestra una documentación acertada en el modo en que actúan y se organizan las células. Además recurre acertadamente a la elección de objetivos blandos como blanco de los terroristas, a su poder propagandístico y generador de terror y caos. Finalmente, los sucesos que desencadena la entrada en juego de los militares, además de sacar a la luz la "mano dura" que tanto juego da a este tipo de películas, coloca encima de la mesa cuestiones morales como la licitud de sacrificar la libertad individual y los derechos civiles en situaciones de este tipo y el uso de la tortura indiscriminada para obtener información en momentos límite. Es sabido que tras el 11-S quedó patente la ineficacia y el anquilosamiento de los protocolos de seguridad, hubo que redefinir las estrategias para enfrentarse a una nueva amenaza que, como en la película, no estaba descrita, expertos de la Seguridad Nacional (Richard Clarke lo deja claro en sus libros) denuncian el abandono en el que se dejó a ciertos elementos que fueron útiles a la CIA en el pasado, las ciudades de Estados Unidos vivieron episodios de sospecha, cuando no ira generalizada hacia los vecinos musulmanes, se aprobó la Patriot Act y Guantánamo acogió a presos de forma masiva y en condiciones que hoy son de sobra conocidas.

Ahí reside el auténtico poder de esta película, en su premonición y a su apuesta de ficción que el tiempo acercó a la realidad. Si en su génesis habitó un cuidado que vamos hacia esto lo desconocemos, pero sobre que su visionado hoy es mucho más interesante que antes no hay duda.

lunes, 2 de febrero de 2009

W

Título original: W
Director: Oliver Stone
Año: 2008
Duración: 129'
País: Estados Unidos
Guión: Stanley Weiser
Productora: United Artists
Intérpretes: Josh Brolin (George W. Bush), Elizabeth Banks (Laura Bush-Welch), James Cromwell (George Bush Sr.), Ellen Burstyn (Barbara Bush), Richard Dreyfuss (Dick Cheney), Jeffrey Wright (Colin Powell), Scott Glenn (Donald Rumsfeld), Thandie Newton (Condoleezza Rice), Toby Jones (Karl Rove), Bruce McGill (George Tenet), Ioan Gruffud (Tony Blair), Dennis Boutsikaris (Paul Wolfowitz), Jason Ritter (Jeb Bush), Michael Gaston (Tommy Franks).


La pudimos ver por television antes que en cine con motivo del nombramiento de Barack Obama hace sólo unos días.



Comentar de qué va la película parece una obviedad, pero si es necesario señalar algunos aspectos importantes que deja fuera. Oliver Stone, al igual que hiciera en Nixon (1995), trata de indagar en el interior del protagonista, buscando traumas personales que ejercen de catalizador en la imagen visible del Presidente y como raíz de sus actos. En este caso la película bucea en el pasado de George W. Bush, desde sus años universitarios, para describir el proceso evolutivo de esta persona, desde su inadaptación social y familiar, hasta su llegada a la Casa Blanca. La relación de este con su padre, presidente intercalado entre Reagan y Clinton, adquiere especial relevancia según Stone. Aunque muchos de los episodios del protagonista son públicos y reconocidos, desconocemos el grado de documentación veraz del filme sobre otros aspectos quizá demasiado íntimos.

La ausencia más apreciable de la película está en la ausencia total del escándalo de los votos de Florida que a la postre le dieron la presidencia frente a Al Gore, la fijación de W. con Saddam (recordemos el famoso "quisó matar a mi papá" que enunció públicamente) o algún otro hecho importante como el famoso episodio de las Azores, que sin embargo se trata de suplir con escenas de rondas telefónicas con otros líderes mundiales en los preparativos de la invasión de Iraq. Además la cinta se detiene antes del segundo mandato...¿habrá W.2?

Lo más logrado es, sin duda, el dibujo de la corte presidencial, especialmente las reuniones en las que se decide la invasión en Iraq, en las que vemos a un Colin Powell reticente a participar en la farsa pero a la postre fiel y leal militar que acepta su deber, así como a un exepcional Richard Dreyfuss interpretando al oscuro Dick Cheney. Mención aparte merece la representación de Karl Rove, auténtico modelador de W. durante años, de aparición escasa en la película, pero de significativa importancia, ya que todo lo que hace o dice parece muy medido y acorde a lo que se conoce de su papel, tal y como algún documental de relevancia ya ha mostrado. Por último, Josh Brolin, protagonista absoluto, resulta muy creíble en su papel.




Película muy interesante en sus aciertos, especialmente en su denuncia de los entresijos de las grandes decisiones de alcance global, más marcadas por los intereses comerciales y de poder que por la auténtica geopolítica bien entendida.