domingo, 15 de febrero de 2009

LA VERDAD SOBRE EL CASO SAVOLTA



Título original: La verdad sobre el caso Savolta
Director: Antonio Drove
Año: 1979
País: España (en coproducción con Italia y Francia)
Duración: 130'
Guión: Antonio Drove y Antonio Larreta (sobre novela homónima de Eduardo Mendoza)
Música: Egisto Macchi
Fotográfía: Gilberto Azevedo
Productora: Filmalppha / Net Diffusion
Intérpretes: José Luis López Vázquez (Pajarito), Ovidi Montllor (Miranda), Omero Antonutti (Savolta), Charles Denner (Lepprince), Stefania Sandrelli (Teresa)



Basada en la célebre novela de Mendoza, esta película nos sitúa en la Barcelona de 1917 (con la Revolución Rusa en el fondo), en los años en los que el turnismo político del sistema canovista entraban en su recta final y el obrerismo, especialmente desde la facción anarquista, experimentaba momentos de agitación. Eran los años de la industrialización catalana en su fase fuerte, recuperándose de la depresión del 98, pero también los años en los que los atentados anarquistas empezaban a resurgir después del parón del cambio de siglo. Estamos en las previas a la célebre Semana Trágica y a la llegada de Martínez Anido como feroz Gobernador.

En este contexto la película dibuja una trama policíaca en la que un periodista (Pajarito), abanderado de las reivindicaciones obreras, intenta chantajear a un importante industrial (Savolta) para mejorar las condiciones de los obreros. De no hacerlo sacará a la luz las maniobras de contrabando ilegal que su fábrica de armas tiene con los imperios centrales inmersos en la I Guerra Mundial, lo cual choca con Francia, su cliente "oficial". Pero Savolta no controla esa fuga dentro de su empresa, Lepprince, su futuro yerno, es la mano oculta que mueve los hilos. En este marco se desarrolla la historia, con engaños y medias verdades a dos bandas y con el conflicto obrero de fondo.

La polémica viene porque la película tiene un claro sesgo obrerista. Aparecen los somatenes y los grupos de matones de autodefensa que organizaron las elites empresariales, aparece la represión, las palizas y los asesinatos, e incluso se vislumbra la connivencia policial que aún estaría por acentuarse (Martínez Anido pondría en práctica la "ley de fugas" con demasiada cotidianeidad y convertiría el Castillo de Montjuic en centro de torturas y detenciones masivas). Sin embargo hay muy poco rastro de la violencia obrera, especialmente de los atentados anarquistas, que empujaron a la patronal a formar sus propios grupos de mamporreros. Y es un problema, porque puestos a dibujar hagamos el cuadro entero. Está muy bien denunciar la opresión patronal, que fue, y sus prácticas mafiosas, que también, pero no se puede olvidar la contraparte de un conflicto que hizo correr la sangre por Barcelona en aquellos años. No vamos a entrar en la polémica de quién golpeó más y más fuerte. Como muestra un botón: en Violencia Política en la España del siglo XX. Santos Juliá (dir.), Taurus, 2000, encontramos capítulos que chocan en su valoración sobre este punto.

A mi parecer, además de la representación final de Lepprince como un visionario pre-fascista, lo más destacable de la película es su espléndida ambientación, tanto del mundo obrero: sus casas, su vestimenta, sus lugares clandestinos, como del patronal: las casas y la sede de la gran empresa muestran una decoración típica de la época, con mucho art-decó y otras cosas que no me atrevo a mencionar por si meto la pata y alguien avezado en arte me saca los colores.

Una curiosidad: la película acaba con una voz en off que narra los sucesos que vendrán después (Anido, Semana Trágica, etc), recalcando que la gran mayoría de los tumultos con el conflicto anarcosindicalista vs. patronal tuvieron lugar en Cataluña frente a la connivencia de la autoridad "centralista". La película se estrenó el 1 de enero de 1980 y un año antes se proclamó el primer Estatuto de Autonomía catalán después de la dictadura franquista. ¿Estamos ante un film parido a la luz de la reivindicación catalanista?.

jueves, 5 de febrero de 2009

ESTADO DE SITIO

Título original: The Siege
Director: Edward Zwick
Año: 1998
País: Estados Unidos
Duración: 116'
Guión: Lawrence Wright, Menno Meyjes y Edward Zwick
Fotografía: Roger Deakins
Montaje: Steven Rosenblum
Música: Graeme Revell
Productora: 20th Century Fox
Intérpretes: Denzel Washington (teniente Hubbard), Annette Bening (Elise Kraft/Sharon Bridger), Bruce Willis (general Deveraux), Tony Shalhoub (Frank Haddad), Sami Bouajila (Samir Nazhde).



El caso de esta película llama poderosamente la atención, puesto que el paso del tiempo la ha hecho pasar de producto comercial típico del Hollywood de catástrofes, terroristas malísimos y caos en suelo patrio a una película en ciertos aspectos premonitoria y bien documentada en el trato de ciertas cosas que, en aquel entonces, eran desconocidas para el gran público.

Dejando aparte sus mayores o menores virtudes cinematográficas (artísticamente hablando), Estado de Sitio plantea una situación en la que una oleada de atentados islamistas sacuden Nueva York. La cuestión de fondo reside en el secuestro bajo cuerda de un jeque por parte del servicio secreto de las fuerzas armadas. Mientras tanto el teniente Hubbard del FBI (Denzel Washington) se encarga de la investigación poniendo en marcha las técnicas de negociación típicas de un secuestro típico (así comienza la película), hasta que la sucesión de atentados dejan patente que no se trata de un caso normal para el que sirvan los protocolos habituales. Es entonces cuando irrumpe en escena el personaje de Annete Bening, agente de la CIA especialista en Oriente Medio que, entre medias verdades va situando a Hubbard en la realidad de la nueva amenaza que se le viene encima. Cuando la situación se complica debido a que los atentados continuan y los avences policiales son escasos, el general Deveraux presiona lo suficiente para conseguir del Presidente la declaración del Estado de Sitio y la aplicación de medidas excepcionales para convertir la ciudad en una zona de guerra en la que los militares anulan las libertades individuales y ejecutan detenciones en masa, habilitan guetos y centros de detención y la tortura es aplicada en pos de la Seguridad Nacional.















Todo esto, en el año 98, planteaba una situación límite, trasladaba a suelo norteamericano situaciones vistas por televisión en otros confines del mundo, buscando en el espectador la incertidumbre de poner en cuestión la por entonces inimaginable vulnerabilidad del terreno patrio. Contaban como antecedente el atentado del World Trade Center de 1993, pero poco más. Fue en aquel año de 1998 cuando sucedieron los atentados a las embajadas de Kenia y Tanzania y otros sucesos como la voladura del USS Cole en Yemen o el propio 11-S aún estaban por venir. Más bien me atrevería a contextualizar la idea original del film en la era post-Guerra Fría, en la que este tipo de cine buscaba nuevos enemigos. Durante aquellos años fueron numerosas las películas que buscaron nuevos malos entre la mafia sudamericana o terroristas emergidos de la desmembración de la Unión Soviética, así como casos puntuales de mercenarios a sueldo de oscuros y poderosos reyes neofascistas o mafiosos rusos e incluso venganzas personales entresacadas de conflictos externos en los que los guionistas se las apañaron para trasladarlos a EEUU (todas las aventuras del Jack Ryan encarnado por Harrison Ford son ejemplo de ello, o el remake-adaptación del Chacal encarnado por Bruce Willis. La sombra del diablo y Volar por los aires son dos ejemplos del IRA actuando en Estados Unidos).
















Y en esa búsqueda de nuevos malos Estado de Sitio encuentra al terrorismo islamista como la gran amenaza. Los puntos fuertes del film residen en su acierto al mostrar la confusión del FBI para enfrentarse a un terrorismo novedoso, en dejar entrever las oscuras relaciones de la CIA cuando en el pasado los islamistas constituían una fuerza a la que apoyar en el juego estratégico de Oriente Medio, pero también demuestra una documentación acertada en el modo en que actúan y se organizan las células. Además recurre acertadamente a la elección de objetivos blandos como blanco de los terroristas, a su poder propagandístico y generador de terror y caos. Finalmente, los sucesos que desencadena la entrada en juego de los militares, además de sacar a la luz la "mano dura" que tanto juego da a este tipo de películas, coloca encima de la mesa cuestiones morales como la licitud de sacrificar la libertad individual y los derechos civiles en situaciones de este tipo y el uso de la tortura indiscriminada para obtener información en momentos límite. Es sabido que tras el 11-S quedó patente la ineficacia y el anquilosamiento de los protocolos de seguridad, hubo que redefinir las estrategias para enfrentarse a una nueva amenaza que, como en la película, no estaba descrita, expertos de la Seguridad Nacional (Richard Clarke lo deja claro en sus libros) denuncian el abandono en el que se dejó a ciertos elementos que fueron útiles a la CIA en el pasado, las ciudades de Estados Unidos vivieron episodios de sospecha, cuando no ira generalizada hacia los vecinos musulmanes, se aprobó la Patriot Act y Guantánamo acogió a presos de forma masiva y en condiciones que hoy son de sobra conocidas.

Ahí reside el auténtico poder de esta película, en su premonición y a su apuesta de ficción que el tiempo acercó a la realidad. Si en su génesis habitó un cuidado que vamos hacia esto lo desconocemos, pero sobre que su visionado hoy es mucho más interesante que antes no hay duda.

lunes, 2 de febrero de 2009

W

Título original: W
Director: Oliver Stone
Año: 2008
Duración: 129'
País: Estados Unidos
Guión: Stanley Weiser
Productora: United Artists
Intérpretes: Josh Brolin (George W. Bush), Elizabeth Banks (Laura Bush-Welch), James Cromwell (George Bush Sr.), Ellen Burstyn (Barbara Bush), Richard Dreyfuss (Dick Cheney), Jeffrey Wright (Colin Powell), Scott Glenn (Donald Rumsfeld), Thandie Newton (Condoleezza Rice), Toby Jones (Karl Rove), Bruce McGill (George Tenet), Ioan Gruffud (Tony Blair), Dennis Boutsikaris (Paul Wolfowitz), Jason Ritter (Jeb Bush), Michael Gaston (Tommy Franks).


La pudimos ver por television antes que en cine con motivo del nombramiento de Barack Obama hace sólo unos días.



Comentar de qué va la película parece una obviedad, pero si es necesario señalar algunos aspectos importantes que deja fuera. Oliver Stone, al igual que hiciera en Nixon (1995), trata de indagar en el interior del protagonista, buscando traumas personales que ejercen de catalizador en la imagen visible del Presidente y como raíz de sus actos. En este caso la película bucea en el pasado de George W. Bush, desde sus años universitarios, para describir el proceso evolutivo de esta persona, desde su inadaptación social y familiar, hasta su llegada a la Casa Blanca. La relación de este con su padre, presidente intercalado entre Reagan y Clinton, adquiere especial relevancia según Stone. Aunque muchos de los episodios del protagonista son públicos y reconocidos, desconocemos el grado de documentación veraz del filme sobre otros aspectos quizá demasiado íntimos.

La ausencia más apreciable de la película está en la ausencia total del escándalo de los votos de Florida que a la postre le dieron la presidencia frente a Al Gore, la fijación de W. con Saddam (recordemos el famoso "quisó matar a mi papá" que enunció públicamente) o algún otro hecho importante como el famoso episodio de las Azores, que sin embargo se trata de suplir con escenas de rondas telefónicas con otros líderes mundiales en los preparativos de la invasión de Iraq. Además la cinta se detiene antes del segundo mandato...¿habrá W.2?

Lo más logrado es, sin duda, el dibujo de la corte presidencial, especialmente las reuniones en las que se decide la invasión en Iraq, en las que vemos a un Colin Powell reticente a participar en la farsa pero a la postre fiel y leal militar que acepta su deber, así como a un exepcional Richard Dreyfuss interpretando al oscuro Dick Cheney. Mención aparte merece la representación de Karl Rove, auténtico modelador de W. durante años, de aparición escasa en la película, pero de significativa importancia, ya que todo lo que hace o dice parece muy medido y acorde a lo que se conoce de su papel, tal y como algún documental de relevancia ya ha mostrado. Por último, Josh Brolin, protagonista absoluto, resulta muy creíble en su papel.




Película muy interesante en sus aciertos, especialmente en su denuncia de los entresijos de las grandes decisiones de alcance global, más marcadas por los intereses comerciales y de poder que por la auténtica geopolítica bien entendida.